sábado, 7 de mayo de 2016

SOLEDAD EXISTENCIAL




La narrativa sirve para averiguar en qué consiste ser un jodido ser humano, manifiesta Wallace en el excelente libro Conversaciones con David Foster Wallace, publicado por la Editorial Pálido Fuego y que ha traducido José Luis Amores. La buena literatura, sostiene también este escritor, actúa como un antídoto contra la soledad. ¿O acaso no es cierto que todos estamos terriblemente solos? Somos, como escribe Wallace, “náufragos en nuestro propio cráneo.”

La sensación de desamparo es un ingrediente ineludible del mundo real donde sufrimos a solas y donde la empatía verdadera parece imposible. ¿Quién, salvo los que eligen ponerse la venda y vivir anestesiados, se libra de sentir angustia, en última instancia, por la condición mortal? Pero si una obra de ficción nos permite de forma imaginaria identificarnos con el dolor de los personajes, entonces podríamos concebir que otros se identificaran con el nuestro. En este sentido habla Wallace de la narrativa como cierta manera de experimentar una especie de generalización del sufrimiento. Esa experiencia nos hace sentirnos menos solos.
 
No se trata de buscar el autoengaño en la literatura, entiendo que quiere decir Wallace. La exploración de eso que consiste en ser un jodido ser humano  incluye admitir la presencia del dolor y dirigirse a su causa más profunda. Su negación, dada esa tendencia predominante casi compulsiva a considerarlo un problema, sería “como apagar una alarma de incendios mientras aún hay fuego.”

Lo mismo sucede con el sufrimiento en épocas oscuras. ¿Necesitamos ficción que no haga sino dramatizar lo oscuro y estúpido que es todo?, pregunta Wallace. No, responde, y distingue entre la cosmovisión oscura que puede tener la buena narrativa y el modo de narrar ese mundo oscuro, iluminando las posibilidades de estar vivo y ser humano en su interior. O poniendo sobre el tapete, sin pretensiones moralistas o edificantes,  el hecho de que todavía, y en absoluto siempre por fortuna, somos seres humanos.