martes, 24 de junio de 2014

MAR DE IRLANDA, DE CARLOS MALENO



Imaginemos una gran fiesta loca de fin de año, en medio de la consabida atmósfera estridente y delirante. ¿Acaso no es el marco perfecto para vivir en directo esa ausencia de fronteras entre espejismo y realidad? Si, además, uno de sus participantes, un ser anónimo, desubicado y letraherido, escribe un texto literario sobre esa fiesta, tiene la oportunidad de poner al descubierto la falsa disyuntiva entre ficción y realidad. Es lo que hace el narrador de Mar de Irlanda en el primer relato que abre este magnífico libro de Carlos Maleno (Almería, 1977), publicado por Sloper.

Parece como si la narración de esa gran fiesta anunciara los procedimientos literarios trasgresores de los que se vale el autor para escribir Mar de Irlanda. A través de relatos interconectados, sustentados en una escritura surrealista y ágil, se adentra Carlos Maleno con gran sentido del humor en temas como el de la memoria, el doble, el amor, la muerte…



La elección del tipo de narrador para Mar de Irlanda tampoco parece casual: un personaje de múltiples identidades, mediatizadas por las voces de diferentes escritores, que tiene el propósito de escribir su autobiografía caótica y desordenada. A lo largo del libro insinúa Carlos Maleno la imposibilidad de toda autobiografía, porque siempre es otro quien habla en nuestro nombre mientras nos narramos. A la vez, el intento de escribir la autobiografía a base de ir anotando las propias vivencias permite reflexionar sobre la esencia de la literatura y la escritura automática, con sus puntos y apartes y sus cambios de rumbo inesperados. En cualquier caso, toda pretensión por parte del narrador de huir de sí mismo, confundiéndose en otros, o de desaparecer, lo devuelve finalmente al fondo de su noche interior. Una noche habitada por la nostalgia de lo imaginado y el vano afán de buscar en mujeres desconocidas a la mujer amada y perdida para siempre.

En Mar de Irlanda da la impresión de ser la escritura la que se vuelve portavoz del narrador desde dentro mismo de la narración, impregnada de la literatura de escritores como Kafka, Conrad, Céline, Beckett, Walser, Borges, Roth, Vila-Matas… Y lo hace, situándolo en el centro del vacío o en la oscuridad donde ocurren las cosas más interesantes.  

FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.



viernes, 13 de junio de 2014

OTRO PRÍNCIPE DE ASTURIAS: JOHN BANVILLE



El escritor irlandés John Banville acaba de ser galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014. En medio de tanto ruido de fondo nos ha llegado esta magnífica noticia. Una perla en el estercolero donde se amontona la mierda mediática, destinada al consumo ciudadano.

Hoy parece estar girando todo en torno a la abdicación de un rey desacreditado y no elegido por los ciudadanos. Se desvía la atención de la masa social hacia la banalidad, elaborada con miradas y gestos estrafalarios y palabras vacuas. Qué nos importa que el príncipe Felipe acompañe en los actos a su padre, respetando su protocolo. Menos aún, las lágrimas del rey en su despedida, sus gustos por la papaya y el pescado, la seriedad tensa de Leticia y su vestimenta, las miradas cómplices entre padre e hijo, los gestos analizados con meticulosidad por los medios, sus estados de ánimo y la cadena interminable de adjetivos rimbombantes para calificarlos: emocionado, conmovido, entusiasmado, caluroso, enternecido…


Entre tanta maquinaria de afectación y lavado de cerebro se anuncia la llegada del nuevo -el otro- Príncipe de Asturias, John Banville. Escritor excelente, su obra se sumerge con inteligencia, estilo y originalidad en las profundidades de la naturaleza humana. Sus libros cuentan historias inquietantes de la vida cotidiana, sus luces y sombras. Mientras Banville las va narrando con suma belleza, asoman tras ellas temas esenciales: el transcurso del tiempo, la invención de la memoria, el amor y la muerte, entre otros. De ello dan testimonio sus libros El mar, Imposturas, Los infinitos, La mesa limón, Antigua luz… Verdaderas joyas literarias, que, junto a los libros de su hermano oscuro y álter ego Benjamin Black, nos sitúan en el ámbito de la condición existencial humana.


Los acontecimientos, tal y como discurren en la narrativa de John Banville, casi nunca son lo que aparentan o creemos. Las novelas de este escritor parecen perseguir el alma de las cosas, descubriendo nuevas parcelas de la existencia. Es el modo de proceder de los buenos escritores, embarcados en lo que Enrique Vila-Matas llama “el trabajo secreto con la conciencia”. De espaldas a la obscena realidad y con la misma responsabilidad, que concierne a todas las personas por igual, hacia el mundo.

FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.




jueves, 5 de junio de 2014

SUEÑOS



“Todos los sueños pueden // ser realidad, si el sueño no se acaba.” Me vinieron a la mente estos versos del poeta Pedro Salinas después de recordar una obra de teatro escrita por Strindberg. En el drama, titulado El sueño, aparece un personaje cuyo mayor deseo es que la vida le conceda una caja de pesca verde. Ya se sabe, una cajita de color verde donde los pescadores guardan la carnada, el hilo y los anzuelos. El tiempo pasa, como pasa la vida, y el hombre va envejeciendo sin que se cumpla su sueño. Ya muy viejo, los dioses se apiadan finalmente de él y le conceden su deseo. Entonces avanza solo, con el tan ambicionado regalo entre sus manos, hacia la parte delantera del escenario. Reina en el teatro un silencio aplastante. Se detiene en el filo del proscenio y ahí permanece un buen rato, con la cabeza gacha, contemplando la caja. A continuación alza los ojos, clava su mirada en el público y dice con profunda tristeza: "No, no era este verde".


¡Pobre personaje del drama de Strindberg! Se quedó sin su caja de pesca verde y sin su sueño. Como suele suceder, se impuso la insalvable distancia entre lo soñado y el resultado de su cumplimiento. En versos del poema arriba mencionado de Pedro Salinas, referidos en su caso al amor, “solo muere // un amor que ha dejado de soñarse // hecho materia y que se busca en tierra.”

Cómo iba a sobrepasar el objeto conseguido la potencia de lo imaginado. Encerrado el primero en el desolado desván del cumplimiento, apenas logra competir con el imaginario y su libertad en el aire. Tal vez por eso nuestros recuerdos favoritos no se remitan casi nunca al momento en que se conquista un sueño. Solemos recordar antes la atmósfera previa, tejida de planes y de expectativas que crean acontecimientos. A eso podría llamársele soñar, que, volviendo al poema de Salinas,  “es el modo que el alma // tiene para que nunca se le escape // lo que se escaparía si dejamos // de soñar que es verdad lo que no existe.

Hay, por lo demás, sueños que no se acaban nunca. “No olvides nunca formular tu deseo, Malte”, escribe Rilke en uno de sus libros. “Creo que no se cumplen, pero hay deseos a largo plazo, que duran toda la vida, de modo que no podría esperarse su cumplimiento.”

FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.